M.V.M.

Creado el
23/1/2002.



El sitio de las cosas,
prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

Arnau Alemany

catálogo de la exposición en la Galería Heller, Madrid, diciembre 1987



La esquina, óleo sobre tabla, 60x80 cm

¿Están las cosas en su sitio? Arnau Alemany no se pronunció pero sugiere un inquietante paisaje de casas sin ciudad, presuntamente trasladadas por su cuenta y riesgo en busca de una presencia singular, de la voluntad de ser más allá de un paisaje urbano convencional. O tal vez sean casas recordadas y en cierto sentido muertas, a manera de apariciones sobre naturalezas de resurrecciones tristes. El contemplador tiene la sensación de que hace un segundo, cuando ha mirado distraídamente el horizonte, esas casas, esas calles, esos transeuntes, esos tranvías no estaban y que su repentina entidad tiene que ver con una quinta dimensión que el pintor ha hecho brotar a sus espaldas. Quizá esté especulando desde mi propia lógica y el pintor se haya limitado a decorar unas afueras, para que en ese espacio transcurra una historia que lleva aplazada en su memoria.

    Pero en cualquier caso el Ensanche barcelonés estaba allí, sí, esperando más de cien años a que Alemany supiera ver su plástica de cementerio. ¿Será Alemany un antiguo cadáver que quiere llevarse una por una las casas que compusieron la patria de su infancia? ¿Quién no es un antiguo cadáver y quién no quisiera recomponer la patria de la infancia con casas y seres recortables, a la medida de oscuros deseos? Hasta aquí el argumento de la obra. Otra cosa es esa mágica extraña luz filtro de atardeceres seminublados, que el contemplador atraviesa si quiere llegar a la corporeidad de las casas fantasmas. También es otra cosa esa composición en la que la casa protagonista recibe las mejores luces e impone su lenguaje sobre las otras construcciones, ensimismadas en un paisaje que parece haber aceptado resignadamente el intruisismo de la piedra racionalizada.

    Y la ironía, un segundo filtro que propone todas las burlas posibles a la mirada arquitectónica y que incita a la lúcida consideración de que cada día se construyen ruinas que nos son contemporáneas, de que todo lo histórico es en sí mismo arqueológico, inmediata y finalmente arqueológico. Cambiando el sitio de las cosas, Alemany nos demuestra que aún es posible la sorpresa visual, mediante una pintura que alguien ha relacionado con el realismo mágico, en cualquier caso directamente emparentado con el realismo escéptico.