M.V.M.

Creado el
22/3/2002.


Más sobre Ars Amandi:

1) Introducción de Vázquez Montalbán


Apuntes sobre

ARS AMANDI

Eduardo Moga*

para la presentación del 29 de mayo de 2001 en la librería Crisol de Barcelona


Los poemas se fundamentan en la fractura: huecos, elipsis, interrupciones, omisión de signos de puntuación, etc. Todos estos mecanismo se hallan presentes en ambos libros, pero algo más, quizá, en A la sombra de las muchachas sin flor. Lo discontinuo subraya los elementos expresivos, los trozos de realidad que el poeta ha desgajado de la realidad. No hay, coherentemente con ello, una sintaxis concatenada, serena. A lo que se suma una suerte de poesía visual, con unos ritmos propios del ojo, gracias a los sangrados, a los espacios en blanco dentro del verso, y a la agilidad con que éste se mueve por la página. Se echa de ver en todo ello el influjo vanguardista.
       La ironía es un recurso central: se basa en la imputación de elementos estereotipados (frases hechas, propias de discursos específicos) a contextos que no las esperan, en las que disuenan (aunque siempre los mantiene un nexo metafórico, de mayor o menor tenuidad). Pero este choque produce la chispa de un nuevo sentido, de una nueva percepción de las realidades acarreadas por el verso y sus disonancias: por ejemplo, "tápate las metáforas" o "las mantecadas de Astorga / y el beso en la nuca". A veces la ironía se convierte en humor, en humor lingüístico: "amor / fox y sobre todo trot". Y otras veces se deriva del choque léxico de feísmo y lirismo: "y los sobacos cobijarían corazones" o "desafinante princesa teñida de lechuga".
       En general, Vázquez Montalbán acerca, obliga a convivir a términos y realidades muy distantes entre sí, y ese repentino hermanamiento rompe el discurso poético común y aleja el peligro de lo consabido, de lo que comúnmente reconocemos como lírico. Los poemas son pequeños mosaicos que integran trozos de realidad, fragmentos de pensamiento, de recuerdos y sensaciones, referencias artísticas, autoalusiones lingüísticas, retales de conversaciones coloquiales, muy comunes, versos que se toman prestados o en otros idiomas, etc. Se trata de reconstruir el todo mediante la siembra, la confabulación de sus fragmentos; que del caos crezca como un ser completo, como un edificio plagado de huecos y contradicciones.
       Hay un rasgo de posmodernidad en estos poemas: el lirismo como avergonzado de sí, un lirismo rebajado con el agua de la ironía y el escepticismo. No en vano se ha llamado a Vázquez Montalbán, en peculiar oxímoron, "un comunista pesimista". En su no esperar nada, o no manifestar con demasiada fortaleza que se se espera algo, hay una firme raíz estoica. Así, el poeta actúa pese al convencimiento profundo de la inutilidad de las cosas, movido por una extraña lealtad a los principios que cree justos, y también, sospecho, por un convencimiento estético, por una especie de elegancia en el fracaso y la desolación.
       La poesía de Vázquez Montalbán cuenta con imágenes poderosas: "el eczema de luz sobre el asfalto", "respirar un sorbo de adiós y madrugada"; y con sinestesias felices: "el rapto / se realiza al relente / rumorosas acacias…", "los labios besan lilas". Pese a ello, no hay grandilocuencia, ni lirismo previsible o acartonado. El sentido moral, comprometido, de su poesía refrena una elevación gratuita o exquisita, aunque no excluye el uso del irracionalismo como mecanismo -emocional, pero igualmente válido- de comprensión del yo y de análisis del mundo, como el poeta señala en su prólogo.
       En la mayoría de los poemas del libro, los trazos eróticos son suaves, alusivos, lo cual no deja de ser sorprendente, porque la tradición hispánica en esta materia es poco sutil: o muda o grosera. Hay pocos elementos explícitos, que se concentran más bien en los poemas de A la sombra de las muchachas sin flor, como en "Seis y nueve": "la lengua se niega a reparar las cosas / las lame y las dilata / abolidas las palabras".
       La realidad más prosaica, captada en detalles vigorosos, se inscribe en el discurso lírico amoroso, y lo impregna de un aire desmañado, incompleto, como desmañada e incompleta siempre es la realidad. La conjunción de ambos ejes -el amor y el mundo: la relación entre el yo y el tú, y lo que rodea a ambos- hace que el poema -sin serlo, claro- parezca a menudo un mecano aún por montar, una acumulación de trozos de vida y de mirada, alrededor de dos corazones que luchan por encontrarse. Y ese desorden aparente, derivado de la fragmentación, de carácter recortado y aluvial de los poemas, es algo que también encuentro en otros poetas de la generación de Vázquez Montalbán, como Aníbal Núñez o Antonio Martínez Sarrión.
       La intertextualidad constituye otro rasgo esencial de la poesía del autor catalán: hay un fuerte peso de los referentes literarios en los poemas del libro. Pero también de la cultura en el sentido más amplio del término, con una importante presencia de la cultura popular y de la cultura política. De nuevo encontramos este acúmulo, aparentamente magmático, de influencias y afinidades estéticas, que conforman un gran círculo de ecos y colores, y que dan muchas de las claves creativas de su autor -casi una poética, o un retrato de la sensibilidad-:
       a) presencias literarias: Proust (parodiado en el mismo título, A la sombra de las muchachas sin flor), Valéry (la matemática de la poesía), Dámaso Alonso (el existencialismo arraigado en una realidad insostenible), Cernuda (el sintagma "la realidad y el deseo" aparece en dos versos), Tiffany (con una doble referencia: literaria, a la novela de Capote, y cinematográfica, a la película de Blake Edwards), Quevedo (estoicismo y pasión lingüística), Ítaca (Homero y Espriu). Las citas que encabezan algunos poemas rinden homenaje a la poesía catalana: Ausiàs March, Gabriel Ferraté.
       b) presencias cinematográficas: la ya citada "Desayuno en Tiffany's"; Rosebud ("Ciudadano Kane"), que rememora el pasado puro, mítico, de la infancia, con la figura central de la madre, y que es enumerativo y acelerado, con lo que se crea un interesante efecto de exaltación; menciones de Clark Gable, Marlon Brando y Blanche Dubois; y A la sombra de las muchachas sin flor está dedicado a Ursula Andress. Hay también referencias a la televisión: "el spot de nuestra vida".
       c) presencia de la canción popular: Domenico Modugno, las máquinas de discos, los boleros, Chavela Vargas.
       d) presencia de la terminología marxista y de la lucha antifranquista, que engarza con la autobiografía del poeta y con su compromiso ético: "las culatas / cuartearon las sienes de Rosa Luxemburgo", "Hendaya La Modelo Burgos / Belchite en el mapa / las condicionales libertades / tras las rejas", entre otros.
       Vázquez Montalbán sabe recrear atmósferas -siempre urbanas, civiles-, como se advierte claramente en el poema "Ciegos movimientos subjetivos hacia el recuerdo de una noche de San Juan, espacial la sexual alegría popular". Por debajo de un vago culturalismo, hay algo de norteamericano en poemas como éste, y en muchos otros: algo rápido, fugaz, narrativo y a la vez roto, algo beat y bukowskiano. A veces brota algo duro, de irónica violencia: "cuando seas muy vieja / y yo me haya muerto / rompe espejos retratos recuerdos / ponte bragas de corista diadema de acanto / sal desnuda al balcón y méate en el mundo / antes que te fusilen las ventanas cerradas"; o que dibuja tipos miserables, con un aire satírico y quevedesco, como en los poemas "Es el primo Anselmo" o "In Memoriam".
       Los poemas amorosos de Vázquez Montalbán tienen mucho, como dice el propio poeta en su prólogo, de expresión "del conflicto o la solidaridad entre lo individual y lo coral, lo subjetivo y lo objetivo". En ambos polos de este conflicto, en la definición del yo, zurrado por el mundo, y en la configuración que el yo hace del mundo, pesa la memoria y el deseo: esto es, el pasado y el presente, la plenitud y la insatisfacción, la historia y la vida, la vida y la muerte. Quizá esta tensión existencial, que es la tensión de todos, aunque nunca nos hayamos propuesto expresarla en una cosa llamada poema, explica tanta ruptura formal, tanto desvalimiento y resignación, pero también tanto sueño y dolor y penumbra como hay en este libro de amor.


*Eduardo Moga es poeta, traductor y ensayista.

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