M.V.M.

Creado el
16/4/2000.


Tiempos de resistencia

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

El País, Cataluña, 11 / 4 / 2000


La jactancia es un error. Durante toda la campaña preelectoral, Xavier Trías dio por sentado que CiU sería indispensable para la gobernabilidad de España, ganara el PP o ganara el PSOE. Otra línea argumental fuerte era que el éxito político del PP se lo debía a CiU, así como el desplazamiento hacia el centro de una derecha, por fin, civilizada. A la vista de los resultados electorales, CiU no tiene otra salida airosa que ser aceptada como compañera de viaje por el PP, compañía que aunque pueda ser un mero adorno estratégico, conlleva una erosión a medio y largo plazo para los convergentes, no para el PP. Inutilizada la coartada de que la alianza es necesaria para la gobernabilidad, sólo queda la de los beneficios que puede reportar para Cataluña, esa abstracción que el pujolismo ha convertido en un aplec interclasista consensuado sobre todo con el empresariado de puente aéreo de altos vuelos.

    La financiación autonómica. Ése es el clavo ardiendo al que se agarra CiU para demostrar lo nacionalista de su apoyo al PP, pero los populares también han de complacer a un electorado que les dio mayoría absoluta para que no siguieran regalando dinero a los catalanes en particular y soberanismo a vascos y catalanes. Como había concierto en macroeconomía, macropolítica, orden sagrado y matrimonio, el PP desarmó su operativo ideológico en Cataluña al postergar a Vidal Quadras y no asumir a fondo la guerra de las lenguas. Pero ahora debe complacer al sector crítico de su propias bases y en Cataluña ese sector crítico no va a cuestionar concesiones económicas presupuestables pero pide confrontación lingüística en un amplio frente al que se han sumado los empresarios para situar el mercado de trabajo al margen de las reglas de la normalización. De ahí que esta vez sea Piqué el que haya replanteado una corrección de la ley del catalán que es la peor agresión que podía recibir Jordi Pujol en estos momentos.

    Si al cabo de cuatro años de pulir al PP diamante en bruto, de mostrarle las excelencias de la nueva cocina catalana en su Meca más experimental, de ayudarle a gobernar, de instar a Aznar a que siga hablando el catalán en la intimidad, resulta que no han entendido que la cuestión lingüística es el único hecho diferencial irrenunciable por el pujolismo para seguir detentando la condición de palo de pajar de una idea de catalanidad, el fracaso del pujolismo es patético. O bien el PP, en efecto, no ha entendido nada o al revés, lo ha entendido todo y sabe que la mejor manera de desestabilizar a Pujol antes de negociar es sacarle la lengua o ponerla sobre la mesa. No creo que el PP se tome a fondo lo de la reforma de la ley del catalán y se mantendrá en esa posición para contentar a sus votantes, pero de momento ha colocado a CiU contra las cuerdas de la histeria.

    La relación entre el PP y CiU será sado-masoquista, sádica por parte de los populares y masoquista por la de los convergentes, sin fácil salida a la encerrona que les plantea su socio. Lo necesitan para conservar la mayoría en el Parlamento y en cambio ellos no son estrictamente necesarios para que el PP gobierne a sus anchas en España. Si en el País Vasco el PP ha decidido que el acoso y derribo del PNV beneficia la extensión social de sus posiciones, en Cataluña la táctica sería diferente y se parecería mucho al abrazo del oso. Como el nacionalismo pujolista se ha portado bien y no ha pasado de maximalismos epistolares, se merece el abrazo, pero ese abrazo no evita que se le coloque en su sitio y se le vaya quitando aire. De la crisis del pujolismo puede salir a medio plazo una recomposición del centro derecha catalán y nada hay sentenciado sobre la formación política llamada a vertebrarlo, sea la metamorfosis de CiU, sea UDC, sea el PP o sea una nueva sínesis concertable con la Internacional Popular.

    Y si Pujol, demasiado acorralado, decidiera jugársela a solas reclamando a otras fuerzas catalanas que le ayudaran a salir del abrazo del oso sin pedir imposibles, teme que esa ayuda fuera innegociable o no asumible por la derecha social que hasta ahora ha apoyado a CiU porque era caballo ganador. Que nadie se extrañe si el abrazo del oso del PP a CiU empieza a notarse en algunos medios de comunicación catalanes hasta ahora equidistantes entre el cero y el infinito. No sé si Pujol estará muy orgulloso por cuánto le debe el PP para haber conseguido la soltura con la que escala las montañas más sagradas del poder económico y mediático catalán, pero es evidente que CiU no está preparada para tiempos y culturas de resistencia.