M.V.M.

Creado el
28/7/1998.


De qué color es el elefante azul

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

EL País, Cataluña, 1 / 3 / 1998


    El honorable presidente Pujol suele presumir de la salud del mercado mediático catalán, en oposición a la insania del madrileño. Sin quitarle del todo la razón, la previsibilidad y corrección domesticada del mercado catalán de la noticia evoca la voluntad de alcanzar la paz de los sepulcros, por el procedimiento de llegar al acuerdo implícito entre todos los poderes que es fan i es desfan [se hacen y se deshacen]. Ni siquiera es preciso que se pongan de acuerdo. Tienen un desarrollado instinto de lo políticamente correcto y, al igual que las defensas de fútbol más experimentadas, practican el fuera de juego contra toda información que les suene a políticamente incorrecta y, sin necesidad de ponerse de acuerdo, comprenden cuándo ha llegado el momento de dar el paso adelante para dejar en tierra de nadie al adversario. Claro que no se trata sólo de la incomodidad que todo oído con vocación de oír siempre lo mismo siente ante la aparición del ruido. La complicidad en silenciar y ningunear no es sólo el resultado de una manía por lo correcto, sino que traduce una variada trama de intereses y beneficios intercambiados entre poderes políticos y fácticos, y el Barça es un poder fáctico. Lo comentaba hace pocos días el más alto responsable de la más representativa televisión catalana: ¿cómo nos vamos a enfrentar a Núñez con la cantidad de beneficios que el Barça procura a esta empresa? ¿Cómo se va a enfrentar a Núñez el arco mediático especializado en convertir al Barça en el pan nuestro de cada día?
    Por su parte, el astuto Núñez ha constituido juntas que, al igual que las tertulias radiofónicas, reproducen la pluralidad de lo parlamentariamente correcto, y ahí está el arco iris parlamentario sin excesos, sólidamente decantado hacia el centro derecha, esa alianza implícita entre CiU y el PP que suma la mayoría en Can Barça desde mucho antes de que Pujol y Aznar se descubrieran mutuamente y llegaran a la conclusión de que los dos no sólo hablan catalán en la intimidad, sino que además lo entienden. Pero Núñez sabe que no puede confiarse demasiado. Núñez intuye que tal vez sea inevitable pero no indiscutido y que no despierta solidaridades inquebrantables de largo recorrido. Acaba de ganar unas elecciones presidenciales por paliza, pero sólo con el aval de un 20% de los asociados: el 80% restante se reserva el derecho a la batalla del pañuelo ante cualquier factor de crisis. El presidente ha captado la sutileza sadomasoquista del talante nacional y tal vez haya llegado a la conclusión de que el público que le rechaza lo necesita para permitirse el gustazo de rechazarle. Aceptado, como inevitable, pero jamás aclamado suficientemente, Núñez es un experto en establecer relaciones de interdependencia que hasta ahora le han permitido durar en el poder más que Felipe González o Jordi Pujol. Los ingredientes fundamentales de su elixir son: populismo proteccionista hacia las peñas, es decir, hacia los militantes activos, y telecontrol mediático desde la autoridad que le da encabezar la principal iglesia laica y la más importante formación civil de Cataluña. Ahora espera la moción de censura para consolidarse, confiado en la tendencia a votar lo malo pero conocido que se ha instalado en las sociedades civiles afectadas por lo política y lo mediáticamente correcto.
    Por primera vez, Núñez, y lo que representa, parece desconcertado ante la naturaleza de la criatura que se le enfrenta, incluso ha permitido que sus escribidores traten de satirizar sobre el sexo de la bestia. ¿Elefante o elefanta? Otro misterio es el color. ¿De qué color es el elefante azul? Si las pasadas elecciones pudieron reflejar la lucha entre los constructores y los vendedores de pisos, dentro de la más pura pluralidad posmoderna, el elefante azul no parece marcado por ninguna ideología o estrategia político-social definida. Representa el encuentro de todas las motivaciones antinuñistas, desde los molestos por la insoportable sintaxis del presidente hasta los que no olvidan el maniático exterminio de ídolos que detectan en la trayectoria del nuñismo, sin olvidar los que temen que el economicismo galopante lleve al Barcelona a la Bolsa, a la desidentificación, a la bancarrota, a la propiedad privada. Núñez se encuentra ante un grupo de presión complejo y de momento descabezado que no tiene por qué desaparecer al día siguiente de la moción de censura y que puede ir desarrollándose según las fluctuaciones de la neurosis colectiva ante los resultados deportivos. La moción de censura la aguardan amigos y enemigos del nuñismo para saber a qué atenerse con vistas al futuro: los enemigos para serlo aún más y los amigos con curiosidad por si hay que dejar de serlo. Desde el recelo resabiado de un hombre que se siente inevitable pero nunca asumido del todo, el presidente Núñez escudriña la piel del elefante azul para adivinarle el color; mientras, hará todo lo posible para que el mercado político y mediático catalán le permita perpetuarse entre periódicas zozobras. Aunque tal vez este elefante haya crecido demasiado, infiltrado por las rendijas dejadas por una táctica del fuera de juego pillada en un momento de exceso de confianza.