M.V.M.

Creado el
11/3/98.


Más sobre El estrangulador:

1) Crítica de Miguel García-Posada

2) Crítica de María José Navarro

3) Crítica de Ramón Sánchez Lizarralde

4) Otra crítica de Ramón Sánchez Lizarralde


El estrangulador

ÁNGEL BASANTA

ABC literario, 2 / 12 / 1994.


    Manuel Vázquez Montalbán es desde hace tiempo uno de nuestros escritores más fecundos. Ha sabido simultanear con igual brillantez el periodismo y la literatura, y en los dos campos se ha empeñado en que sus escritos mantengan un decidido compromiso con el presente. De su condición de lúcido seguidor e intérprete da actualidad española e internacional dan buena prueba sus numerosas colaboraciones periodísticas. Y muchas de sus novelas constituyen ficciones cuyos materiales dejan muy visible su estrecha relación con la realidad en que han surgido. Así se manifiesta, aunque de diferente manera, en las dos que, en poco más de un mes, acaba de publicar. Porque, siendo novelas muy distintas y de mérito desigual, ambas responden a un origen común, sustentado en la rectitud moral de un autor testigo de su tiempo y crítico con todas las manipulaciones de este mercantilizado fin de siglo y milenio.
    "El estrangulador" es una novela ambiciosa, densa, culta y de una inquietante y amarga visión del mundo que nunca decae en el interés de su lectura y admite diferentes interpretaciones en su compleja simbiosis de narratividad en la historia relatada y de ensayo en las reflexiones teóricas acerca del conflicto novelado.
Éste desarrolla el caso patológico de un individuo llamado Albert Cerrato que se autoidentifica como Albert DeSalvo y dice ser el estrangulador de Boston, donde está condenado a cadena perpetua en un hospital penitenciario por esquizofrenia. Desde allí este narrador y protagonista, ilustrado por sus estudios anteriores y por la literatura médica que ha leído en su reclusión, construye un delirante discurso novelístico dividido en dos partes y sólo interrumpido, cerca del final, por un informe psiquiátrico sobre la evolución de su propia conducta en cautiverio. Ambas partes llevan sendos títulos que funcionan como paratextos reveladores del significado de cada una.
    En la primera parte, "Retrato del estrangulador adolescente", título adoptado de la novela de Joyce, el monólogo del narrador y protagonista desata con extrema libertad toda la furia y agresividad alimentadas por la rabiosa conciencia del "adolescente" en la rememoración de sus víctimas y en la conflictiva relación mantenida con los especialistas o "mercaderes de pastillas y de minutas" que lo han ido atendiendo. Sin embargo, obligado a pactar con aquellos profesionales del poco saber y mucho lenguaje, el monólogo de la segunda parte resulta menos subversivo, más resignado en sus tenues discrepancias. De ahí el epígrafe de "Retrato del estrangulador seriamente enfermo", adaptado del título de la primera edición del diario de Jaime Gil de Biedma. Con lo cual el texto se vuelve más ambiguo, se llena de dudas y conlleva la formulación de muchas preguntas y ninguna respuesta. Por no saber, no sabemos ni siquiera quién es, de verdad, el autoconsiderado estrangulador de Boston ni si el informe sobre su evolución lo ha escrito él o el lacaniano psiquiatra argentino que se ha ocupado de su caso.
    Poco importa ya, pues la lectura de la novela se ha orientado hacia la interpretación de su significado como una parábola o una alegoría del mundo actual. Y también eso viene sugerido por otro paratexto en la cita inicial de Henry James, tomada de su novela "Las bostonianas", que Vázquez Montalbán manipula deliberadamente -como se puede comprobar en la página 154- poniendo el título en masculino. Esta cita concluye así: "¡No se trata de Boston, sino de la humanidad!". En efecto, el caso particular del esquizofrénico estrangulador constituye una alegórica denuncia de las máscaras y simulaciones impuestas en la sociedad actual, donde, "aplicando ese cerebro posibilista socialdemócrata que todos llevamos dentro" (pág.155), "todo lo vivo está amenazado, fundamentalmente por el hombre, y el hombre a su vez es el ser vivo más amenazado por el hombre" (pág.165). Con ello el autor ha dado cima a una de las mejores novelas de este año que ya declina, un texto necesario en la defensa de la memoria crítica en nuestro tiempo, donde, tras tantos desengaños, el hombre sigue siendo un lobo para el hombre, y el individuo que amenace transgredir las nuevas verdades, que son las de siempre, y subvertir el orden internacionalmente dirigido, corre peligro de ser considerado "un loco para el hombre".
    He aquí la intención moral de una novela disidente, transgresora y crítica con la propia generación del autor. Y no es menor la audacia formal de un texto que hunde sus raíces entre la gran literatura de masas y la novela intelectual emparentada con el ensayo. Lo cual se manifiesta en la equilibrada integración de referencias y motivos populares e informaciones cultas procedentes del cine, la pintura, la mitología y la literatura de todas las épocas, con fluida variedad de actitudes, tonos y procedimientos, desde la ironía y el humor hasta la poesia y el lirismo, pasando por la parodia y la sátira.
    En la otra novela, "Roldán, ni vivo ni muerto" (editada con ilustraciones de Alfonso Font), Vázquez Montalbán se divierte formulando hipótesis ficticias y desarrollando situaciones imaginarias que no parecen más inverosímiles que la aventura protagonizada por Luis Roldán. Naturalmente, el autor cuenta con el referente real, que da por sabido para el lector a través de los medios de comunicación. Por eso el interés del relato se centra en la búsqueda del desaparecido ex director de la Guardia Civil y en las asombrosas relevaciones que Carvalho y Biscuter van conociendo en su investigación paralela en Damasco y en Zaragoza. Hasta que ambos vuelven a encontrarse juntos en Barcelona, después de haber llevado a cabo un infernal recorrido por los subterráneos del universo.
    No es ésta una novela que vaya a figurar entre las mejores de su autor, ni siquiera entre las de algún reconocimiento literario. Todo es muy simple en su estructura, determinada por las exigencias del folletón veraniego en que tuvo su primera edicion por entregas. La narración aprovecha los procedimientos del relato de intriga dirigido al gran público lector, sin profundizar en detalles ni en matices que, por otra parte, no son propios de las novelas más ligeras de este género. Pero no todo ha de resultar, en última instancia, tan simple. Porque con el pretexto de la búsqueda de Roldán, aferrado a un problema de máxima actualidad en la sociedad española del presente, el autor ha construido una novela formalmente sencilla, que interesará a todo tipa de lectores, sobre todo a los no muy exigentes, y al mismo tiempo ha querido destapar los peligrosos canales de una poderosa fontanería universal que desde los sótanos del planeta mueve los hilos que gobiernan el mundo. Esta "aldea global" de una modernidad manejada por fondos reservados es presentada como una variación al revés del mito platónico de la caverna, según se desprende de esta afirmación del orwelliano Gran Hermano de turno: "Ustedes allí arriba ven las sombras de la realidad y nosotros desde aquí abajo se las proyectamos" (pág.166).


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