M.V.M.

Creado el
11/5/2000.


Más sobre El hombre de mi vida:

1) Reseña de Quim Aranda

2) Reseña de Santos Sanz Villanueva

3) Reseña de F.Romeo

4) Reseña de Vespito.net


El hombre de mi vida

Rosa Mora

EL PAÍS, 26 / 4 / 2000


Fueron siete años de espera paciente pero confiada. Ya sólo le queda dar vueltas en torno a la vejez y la muerte. Eso es lo que siente Pepe Carvalho en esta nueva entrega de la serie. Mata y ama, es manipulado, se reconcilia con su ciudad y se sumerge en la memoria, una memoria que le lleva desde la infancia y su trabajo para la CIA (Yo maté a Kennedy, 1972) hasta un futuro del que carece, aunque, por eso mismo, opina, le permite aplazarlo. No es eso lo que piensa Charo, la novia que vuelve de Andorra, después de siete años, para instalar una tienda de productos dietéticos en la Villa Olímpica. Es el hombre de su vida y quiere tener con él una jubilación segura. Pero no es con ella con quien el detective vive una hermosa historia de amor, sino con una atractiva mujer que viene del pasado, Jessica Stuart-Pedrell, a la que conocimos en Los mares del sur (1979). Suenan campanas de fiesta en el corazón de Carvalho. Es una de las partes más bellas del libro, en la que, en clave de tango y bolero, reflexiona sobre lo que pudo ser y no fue, sobre lo que podría ser y no será. Predomina en estas páginas una nostalgia que contrasta con el humor corrosivo con el que Vázquez Montalbán aborda el trabajo de Carvalho, esta vez embarcado a regañadientes en la organización de un servicio secreto catalán durante la agonía de un presidente de la Generalitat herido políticamente de muerte. El asesinato de un joven de la gran burguesía catalana por otro de su misma clase revela un mundo de sectas y de selectos clubes privados, a través de los que nacionalistas y empresarios toman posiciones. Es patente el creciente desinterés del detective por el proceso de investigación, pero la trama permite al escritor explayarse a su gusto sobre el nacionalismo en el contexto de un economicismo mundial.

Está bien logrado el retrato de Carvalho, sin patrias ni banderas, jugando con el espionaje a la catalana. Pero es mejor el resignado y entrañable reencuentro del detective con Barcelona, de la que había abominado a partir del proceso desencadenado por los Juegos Olímpicos (El laberinto griego, 1991, y Sabotaje olímpico, 1993) y de la que se fue en siguientes novelas (El premio y Quinteto de Buenos Aires). Carvalho admite que está reenamorándose de su ciudad y que le cuesta reprimir su satisfacción cuando baja por las Ramblas para encontrarse con un mar que, a pesar de los nuevos centros comerciales y lúdicos, le pertenece. Era inimaginable, hace unas novelas, que Carvalho disfrutara bañándose en las playas de Barcelona. El detective busca olores, como el de la fritanga de gambas, que le devuelvan su imaginario de la ciudad y empieza a aceptarla, aunque sea una Barcelona "hermosa pero sin alma".

El Carvalho de esta novela no es un hombre derrotado, pero es un hombre que acepta que tal vez la edad ya no le deja "descubrir el espíritu de los nuevos tiempos", tampoco le interesan demasiado. Lo que sí sabe es que ya no "se puede ser un outsider. No queda sitio en el mundo para los outsider". Es lúcido, es más humano y nos transmite un incondicional sentimiento de solidaridad, también de pérdida. Ahora sí, ahora sí parece que Manuel Vázquez Montalbán nos deja casi a las puertas del final de la serie del más estupendo detective español.


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4) Reseña de Vespito.net