M.V.M.

Creado el
5/4/2000.


Las orillas del Manzanares y las orillas del Llobregat

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

El País, Cataluña, 5 / 2 / 2000


El análisis concreto de la situación concreta, que hoy pueda sonar a veces a bolero a veces a tango, tal vez explique por qué en el pasado Izquierda Unida condenó cualquier aproximación al PSOE y acusó a Iniciativa per Catalunya (IC) de ser un apéndice de los socialistas catalanes por no mantener la misma actitud. Ahora el análisis concreto de la situación concreta ha conducido a un acuerdo muy inteligente entre el PSOE e Izquierda Unida, tan inteligente que saca a socialistas y unitarios del pesimismo preelectoral e impulsa a la izquierda como una real alternativa de gobierno en España. Los barqueros han superado la metáfora de las dos orillas por el procedimiento de encontrarse en el centro del río Manzanares; en cambio, ha aparecido toda clase de remolinos y contracorrientes en el Llobregat para que la versión de Izquierda Unida en Cataluña e Iniciativa per Catalunya, dos facies del antiguo prisma del PSUC, puedan concertarse y no convertir la campaña electoral en un ejercicio de mutua destrucción y de disuasión de un votante de izquierdas que no quiere esa división. Los orígenes del divorcio arrancan de los factores de la desdichada crisis entre eurocomunistas, prosoviéticos y centristas o leninistas de comienzos de los años ochenta; es decir, se arrastra desde hace 20 años, se ha sumergido a veces para volver a emerger y, a pesar del daño que ese conflicto ha hecho al ecosistema de la izquierda catalana, no lo ha arruinado del todo. Todavía hay decenas de miles de votantes que esperan el acuerdo entre Esquerra Unida i Alternativa e Iniciativa para remotivarse y contribuir a crear una esperanza de izquierda. Los que vivimos implicados la crisis de 1981, si somos sinceros con nosotros mismos, no tenemos nada de qué enorgullecernos. Fue una de esas ocasiones en las que el intelectual orgánico colectivo demuestra que puede comportarse como un imbécil orgánico colectivo.

    Cualquier cálculo que conduzca a esperar que sean las urnas el 12 de marzo las que demuestren cuál de las dos, IC o EUiA, es la fuerza no más instalada, sino menos instalada, me parece un fleco de la antigua cultura de la poda y la falsa homogeneización que ha impedido el beneficio de la pluralidad en el seno de las formaciones políticas españolas a la izquierda del PSOE. La poda no ha fortalecido al árbol; ha contribuido a convertirlo en arbusto con voluntad de matorral y el 13 de marzo podría ser la fecha histórica del recuento de un suicidio. García Lorca escribió que hay barcos que posan cuando se hunden, pero se trataría de un narcisismo mezquinamente ensimismado porque resulta que de mediar una mínima capacidad de superar las razones pasadas para el enfrentamiento, se encontraría la complicidad de la mayoría de las bases de las dos formaciones en litigio. No se trata de que EUiA sea requerida para que no dañe los planes electorales de IC, sino de crear una ilusión electoral y política tras dos elecciones, las municipales y las autonómicas, que han demostrado lo nefasto de la división. Los votos que EUiA ha conseguido que no se sumaran a IC han beneficiado sobre todo a Convergència i Unió y la pérdida del colectivo dirigente y militante de EUiA ha empobrecido la oferta política de la izquierda radical catalana.

    En política no hay finales felices escritos por los guionistas como en las películas de Frank Capra. Cualquier acto político procede en parte de la ratificación de un ideario y de la correlación de fuerzas. El acuerdo inmediato entre EUiA e Iniciativa era aconsejable, no para dar cauce a la bondad de corazón de Lucchetti y Ribó o a la capacidad de autoanálisis y autocrítica de Paco Frutos, sino como necesidad política para que la correlación de debilidades consecuencia de la división se trueque en fuerza. Luego ya habrá tiempo de debatir lo que une y desune estratégicamente y de analizar las posibilidades de la izquierda en el posnacionalismo y el poscapitalismo, horizontes emplazados para los que la izquierda como colectivo no ha planteado nada que merezca el nombre de debate, ni ha demostrado nada que se parezca a un conocimiento reciclado. Aparcar durante un mes el ejercicio de prácticas zoológicas tendentes a medir territorios potenciales sería como un ensayo general de que después del 12 de marzo la izquierda pudiera superar la lógica de la autofagia.

    Colocar a los militantes y votantes como los causantes de que no pueda haber acuerdo me parece una usurpación del deseo real de la mayoría. La mayoría quiere acuerdo, y si no lo hay, que la campaña electoral no se convierta en un festín caníbal, y si es inevitable el festín caníbal, buen provecho. Habría que conservar algunas formas. Por ejemplo, no comer la carne humana cruda. El civet es el guiso más adecuado, especialmente para las extremidades inferiores y las extremidades superiores.