M.V.M.

Creado el
22/7/1999.


Javier Solana ha perdido la sonrisa

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

La Jornada, 31 / 3 / 1999


1977
1997
Arriba, Solana (a la derecha) con Felipe González en un mitin en Madrid en julio de 1977 (foto EL PAÍS). Aquí encima, Solana (a la izquierda) con Felipe González en Malmoë (Suecia) en 1997 (foto Gorka Lejarcegi).
Me consta que hace unos 15 años el actual secretario general de la OTAN, Javier Solana, era antiatlantista y creía en la existencia del imperialismo, así llamado, sin necesidad de recurrir a sutilezas como dependencia Norte-Sur o desigualdad en las relaciones centro-periferia.

Los caminos que llevan a la verdad son imprevisibles y los que condujeron a Javier Solana a la evidencia de que la OTAN era necesaria y que bombardear Irak o Serbia formaba parte de la dialéctica positiva de la Historia de momento, no se conocen y dudo que se conozcan algún día. Forman parte de la verdad o mentira interiorizada del señor secretario de la OTAN, el hombre que según la liturgia atlantista tiene que dar el visto bueno al derecho internacional a matar.

Hombre afable, acusado de sonreir siempre, incluso en las situaciones en que menos recomendable era la sonrisa, observo que en las últimas apariciones televisivas lleva el ceño fruncido y se ha revestido de la seriedad que exige su cometido. Oppenheimer, el físico que hizo posible la bomba atómica, cuando tuvo noticia de los efectos de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, cayó en honda depresión y declaró: Me he convertido en la muerte y hago temblar. Posteriormente Oppenheimer fue considerado sospechoso de criptocomunismo o sospechoso por no infundir sospechas, daba lo mismo, había condenado su propia contribución a la Teología de la Seguridad y merecía la sospecha. Solana no ha dicho nada semejante, al contrario, sus palabras han sido peores que sus gestos y tras el último bombardeo de Irak menospreció la función de la ONU, privilegiando el cerebro militar del nuevo orden internacional, la OTAN, sobre el cerebro supuestamente político, la ONU. Ahora ha apretado el botón que bombardea la nueva Yugoslavia sin cumplir el requisito mínimo de consultar al Consejo de Seguridad y aparece ante las cámaras de televisión rodeado de generales del Imperio del Bien, es decir, de generales estadunidenses que, disciplinadamente, declaran que las ofensivas aéreas dependen de la aprobación del secretario general, cuando es sabido que dependen del emperador Billy Clinton I o de su señora esposa y en última instancia de una estructura técnicomilitar que fabrica armas para emplearlas y así conseguir fondos para fabricar nuevas armas mucho, mucho más inteligentes que las anteriores.

Disciplinadamente, imbuido de la función de la OTAN como ejército disuasorio de la aldea global frente a los nuevos infieles, Solana ya no sonríe cuando lanza los misiles y entre sus allegados se comenta que está algo cansado de este papel que desdice tanto sus orígenes ideológicos y sobre todo su imagen de socialista sonriente, en unos tiempos en que el único estadista socialista europeo que sigue sonriendo sin remordimiento es Oscar Lafontaine. Y es que repetidamente bombardeada Serbia, cabe la duda de si la mejor manera de solucionar el problema de Kosovo es agravarlo. Porque de momento los bombardeos lo han agravado. Kosovo es una encerrona sin testigos y los albaneses quedan convertidos en fáciles rehenes para la policía y el ejército. Por otra parte, los bombardeos han conseguido una reacción unitaria de los serbios, indignados por la brutalidad de la medida y porque se les haya convertido en los únicos culpables de una situación en buena parte provocada por los mismos que les están bombardeando. Para poner en crisis a Milosevic habrá que lanzar misiles tontos y matar a muchos más serbios que hasta ahora. De proseguir la escalada del pim pam pum, esta guerra se hará repugnante y habrá que esconder muy bien los mutilados y los cadáveres para que no provoquen una nausea colectiva. Será necesario universalizar el estilo CNN, esa televisión que trasmite información pasteurizada para hoteles por encima de las cuatro estrellas.

El cargo de secretario general de la OTAN, habrá permitido a Solana comprobar que la tecnoindustria de guerra tiene su propia lógica y si se votan presupuestos para producir armas, esas armas se venden a los que crean conflictos y luego los vendedores utilizan las más incontestables para sofocar los conflictos que ellos mismos han provocado. Como sería inconcebible bombardear un campamento de conejillos de Indias o jaulas de perros perdidos sin collar, las cobayas han de ser humanas. En el nuevo desorden internacional Estados Unidos va de ventrilocuo, Solana de muñeco de porcelana, los Parlamentos de claques, los militantes de matarifes y los misiles son prótesis sexuales para estadistas a media asta.

¿Por qué no dimite Solana? Probablemente porque ha llegado a convencerse de que está bien lo que hace, o en su defecto porque el mercado de trabajo no es el que era y después de haber llegado a ser primer valait de chambre del imperio ¿qué otro trabajo podría colmar su propia autoestima?