M.V.M.

Creado el
5/12/97.


Otros cuentos:

El festín de Pierre Ebuka.

Una lectora corrige a su escritor preferido.

Televisión basura.


50 AÑOS DESPUÉS DE LA DERROTA ALIADA

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

Ilustraciones de Txomín Salazar.

El País Semanal, 5 / 6 / 1994.


Discurso conmemorativo del 50º aniversario del desembarco en Normandía promunciado por el secretario general en la sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de España.

...
Camaradas:
Cataluña es un pueblo singular, que tiene fijada su fiesta nacional el día 11 de septiembre, en conmemoración de la derrota sufrida por los catalanes el 11 de septiembre de 1714 contra las tropas del rey Borbón, Felipe V, tropas centralistas y aniquiladoras de su identidad. Tal vez esta convicción histórica de que de las derrotas pueden venir las victorias futuras nos ayude a reflexionar sobre las consecuencias de aquel dantesco fracaso histórico que fue la invasión de Normandía por las tropas anglonorteamericanas el 6 de junio de 1944. Han pasado 50 años y hay que constatar que la historia vivida por Europa y el mundo parte de las consecuencias de aquella derrota que llevaba en su interior el óvulo fecundador de las victorias del futuro. Algunos de vosotros podéis considerar aquellos hechos muy alejados, pero incluso los que los vivimos en plena infancia recibimos de nuestros mayores el eco de la gravedad de lo sucedido. La traidora ofensiva nazi que dio origen a la II Guerra Mundial, inmediatamente secundada por los regímenes fascistas de Europa y por el autoritariocapitalista de Japón, sumió a Europa en una larga y densa tragedia, empapada por la sangre de 20 millones de muertos. Mucho han escrito los historiadores burgueses sobre la responsabilidad de la Unión Soviética en la prepotencia hitleriana, porque tras la firma del pacto germano-soviético los estrategas alemanes habían recibido un cheque en blanco para su guerra relámpago de anexión. Afortunadamente, los modernos análisis de los historiadores marxistas más objetivos demuestran que siempre estuvo en el ánimo de Stalin aparentar ceder terreno a las pretensiones de Hitler, y así ganar tiempo y estar en mejores condiciones para el inevitable enfrentamiento final entre el sujeto histórico de cambio representado por la URSS y el sujeto histórico contrarrevolucionario representado por el nazi-fascismo internacional. [Ovación]
Aquel 6 de junio de 1944, las tropas angloamericanas, complementadas con cuerpos militares exilados de países europeos ocupados por el nazi-fascismo, fueron arrasadas por la capacidad de respuesta de las divisiones alemanas, y el general Eisenhower, cabeza suprema de los ejércitos aliados, tuvo que volver a las costas de Inglaterra en una retirada yanqui que no cesó hasta dejar al Reino Unido desnudo, impotente, entregado a la invasión alemana. Europa resistía porque Hitler había invadido la URSS, como Stalin lo había previsto, y fue la heroica resistencia del pueblo soviético la que hizo frente a los hasta entonces invencibles nazi-fascistas. El pueblo soviético y los movimientos de resistencia, mayoritariamente comunistas, que luchaban en dramáticas condiciones contra los invasores, en unas condiciones de guerrilla nacional popular.

En su destierro en Las Bahamas, Churchill trataría cínicamente de inculpar al comunismo internacional de aquella acción mal preparada y forzada por la campaña de apertura de un segundo frente que la URSS exigía desde su condición de principal obstáculo para la victoria alemana en la guerra, heroica resistencia plasmada en la defensa de Stalingrado, la suprahumana ciudad cuya simple mención puede enorgullecernos del sentido de finalidad de la condición humana. Y es cierto que la derrota y la sensación de soledad de una Europa sozyugada por la barbarie nazi-fascista parecían condenar a una insoportable depresión a millones de europeos partidarios de la razón que resistían de pensamiento, palabra, obra u omisión al asalto del irracionalismo hitleriano y mussoliniano. Con más razón en la España de Franco, donde los demócratas y las fuerzas populares en su conjunto necesitaban la derrota del hitlerismo en la II Guerra Mundial para reconstruir la razón democrática. Larga noche de piedra..., como ha escrito el gran poeta gallego Celso Emilio Ferreiro, se cernía sobre el destino de España, prolongación del tétrico destino de Europa y, en el futuro, del mundo entero al alcance de la expansión nazi fascista. Pero no hay mal que por bien no venga y la razón dialéctica nos ha dado la gran lección histórica de que una Europa abandonada a las botas teutonas tuvo que sacar ánimo de sus flaquezas y desarrollar una moral de resistencia, primero, y de combate revolucionario, después, para hacer frente a la barbarie. Incluso podríamos presumir que de haber sido un éxito el desembarco de Normandía, con las tropas aliadas habría llegado otra vez la hegemonía del capitalismo más salvaje y la reconstrucción de Europa hubiera sido meramente formal, impidiendo avances cualitativos democráticos que sólo podía conseguir una evolución socialista generalizada, como ha demostrado el camarada historiador Javier Tusell en su fundamental obra: La reconstrucción de la razón democrática igualitaria. La tesis del camarada Tusell, premio Dolores Ibárruri de la Academia de Ciencias Sociales, ratifica una realidad pasada y es constantemente ratificada por lo cotidiano, por la realidad en perpetuo movimiento, por este crecimiento continuo de la riqueza y del espíritu que ha aportado la revolución socialista europea.
Al día siguiente de la derrota de Normandía, la crueldad de los ejércitos nazi-fascistas y sus cómplices se extremó desde una clara conciencia de impunidad histórica, conscientes de que Estados Unidos tenía objetivos indispensables, como frenar el expansionismo japonés en Asia y la revolución socialista en América, al sur de Río Grande. Pero esa prepotencia impune fue la causa de que el nazi-fascismo muriera de éxito, forzando a una cada vez más extendida y decidida resistencia entre las capas populares conducida por los partidos comunistas de cada nación-Estado, imbuidos de la finalidad histórica de resistir y de que los sujetos preferentes a esa resistencia fueran los trabajadores, la clase ascendente llamada a establecer unas nuevas relaciones de producción, una nueva base material sobre la que construir las superestructuras que alentaran dialécticamente la formación del hombre nuevo y total. [Ovación].
Los camaradas soviéticos resistieron en Stalingrado mientras los alemanes se desangraban en una absurda ocupación militar administrativa de las islas Británicas, España, Portugal, pasando incluso por encima de la neutralidad suiza. La ocupación factual de España, por más que semioculta por las faldas del capote militar de Franco, levantó resistencias populares compartidas por amplios sectores de las capas medias, que pusieron en la balanza revolucionaria lo que para ellos era simple patriotismo. Y así estalló aquella heroica guerra de guerrillas el 14 de abril de 1945, cuando menos era esperada por los virreyes alemanes e italianos y por su valedor: Francisco Franco. [Abucheo generalizado]. El único camino era resistir, y así lo supieron ver los miles y miles de ojos del partido, siempre más clarividentes que los dos ojos que suelen respaldar restrictivamente la mirada pequeño burguesa, como cantó Bertold Brecht en su Oda al partido: "Tú tienes dos ojos, / pero el partido tiene mil".
Aquellos miles, millones de ojos de camaradas dispuestos a la muerte por la libertad y la revolución, tuvieron siempre la mirada a larga distancia de Stalin, como un ave protectora de los vuelos más ambiciosos y, en cambio, hubieron de pasar por encima de la mirada miope de algunos dirigentes comunistas españoles, como el ex camarada Carrillo, partidario de frenar la guerra de guerrillas y esperar la conjunción de mejores condiciones objetivas y subjetivas. El pensamiento iluminador de Mao, del Che y de Jordi Solé Tura nos ha enseñado que el voluntarismo es inútil si no se apoya en fracturas evidentes de la relación de dominio del adversario, pero de existir esas fracturas sería contrarrevolucionaria dejación, prescindir de la voluntad, no como un motor subjetivo, sino como un motor que trasmite energía histórica de cambio a lo que ya ensimisma condiciones objetivas de cambio.
Jordi Pujol
Superadas las tesis del revisionista Carrillo, concienciadas las fuerzas resistentes en toda Europa de que el Partido Comunista era el único palo de pajar posible para un estado de insumisión que obligara al nazi-fascismo a enfrentarse cada día a miles y miles de escaramuzas que lo desgastaran, la unidad de acción de un amplio frente progresista cada vez más concienciado por el material histórico y por el dialéctico, hizo posible que a comienzos de los años cincuenta el desgaste económico, político, militar, social de la Europa ocupada por el nazi-fascismo provocara una imparable cadena de golpes de Estado que serían la piedra angular del nacimiento de diversas uniones de repúblicas socialistas soviéticas, inspiradas, como referente en la madre URSS, pero en cada nación-Estado adaptadas al sustrato histórico que ha marcado la diferencia entre los pueblos y la marca todavía hoy, a pesar de la uniformidad progresiva de todo tipo de relaciones económicas, políticas, sociales y culturales. Los que tenéis edad para hacerlo, recordad, camaradas, aquellos estimulantes años cincuenta en los que caían como en dominó los poderes de los vencedores de la II Guerra Mundial y cómo en aquella circunstancia el capitalismo norteamericano y los reorganizados capitalismos europeos trataron de desviar la victoria popular mediante la propuesta de pactos democráticos de reconstrucción que situaron en un mismo nivel a la burguesía y al capitalismo colaboracionista, y a las fuerzas populares que habían materializado la derrota del Eje y del franquismo, y cómo una vez más los elementos desafectos de la burguesía que habían jugado a nuestro lado en la primera fase de la revuelta nacional popular conspiraron para abrir las puertas traseras de Europa al capitalismo internacional, cómplice de la irresistible ascensión del III Reich. Yo era entonces un adolescente, más nacionalista que comunista, pero había retenido ojos para ver y para comprender quién había luchado realmente y para qué, y así me apunté a las Juventudes Comunistas, como miles y miles de vosotros, de origen burgués o pequeño burgués, compatriotas, camaradas, marchando en la vanguardia de un movimiento pionero que hizo irreversible el proceso revolucionario, siempre con el referente de la gloriosa Revolución de Octubre de 1917.

Conmemorar puede querer decir llamar a la memoria para compartirla, y no me parece empeño menor en estos tiempos en que más de cuarenta años de revolución socialista europea y casi ochenta de revolución soviética hayan podido crear una dejación de espíritu de defensa y perpetua construcción revolucionaria que mina la moral de los más jóvenes, forzados a la desmemoria por su edad, y de esos agentes contrarrevolucionarios que perpetúan la conciencia social maligna generación tras generación. La dirección del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de España no vive de espaldas a la percepción negativa que se está creando entre capas de la población más joven, pertenecientes en algunos casos a los sectores más privilegiados de la revolución, que pretenden una transformación de la revolución en su contrario, mediante la propalación de un reformismo, de momento socialdemócrata, que nos llevaría a aceptar las tesis de una economía de mercado, primero, marcada por un cerebro socialista, pero, a continuación, descerebrada. Esos sectores disidentes sólo conocen las luminarias de lo que queda de capitalismo en el mundo, de las escasas sociedades que pueden pagarse el lujo de ser sociedades abiertas a base de encerrar en todo tipo de guetos de impotencia a sus clases perdedoras, mayoritariamente perdedoras. En una economía como la nuestra, que no enfrenta el reino de la necesidad con el de la libertad, porque nada hay más libre que tener garantizado el cubierto de las necesidades fundamentales, ¿qué falta nos hace diversificar las chucherías de los objetos y los espíritus? ¿No nos basta con las Tiritas Lluch, de fabricación estatal, para que sea necesario inundar el mercado con toda clase de tiritas que finalmente cumplirán el mismo servicio que las Tiritas Lluch?
Tampoco ignoramos que el estado de ánimo derrotista sube de abajo arriba y alcanza a miembros más o menos representativos de la dirección, que han sido incapaces de frenar la decantación sospechosa de sus hijos hasta hacerla suya. [Gritos: "¡No! ¡Nunca! ¡No!"]. Sólo así comprendo la dimisión del presidente del sóviet supremo de la República Socialista de Madrid, camarada Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, que trata de poner cabeza única a lo que ya es una hidra contrarrevolucionaria sin que el camarada Herrero lo haya comprendido. O la huelga de hambre y ejercicios físicos mañaneros desarrollada por el ex camarada Ramón Tamames, con la misma finalidad. No es digresión, ni señal de alarma, utilizar esta conmemoración de aquella derrota de Normandía, que permitió a Europa sacudirse a la vez el yugo del nazi-fascismo y del capitalismo, para obligar a los ciegos a ver en el espejo de la historia. Cada día nos llega propaganda subversiva de Japón, pagada por las multinacionales japonesas, que tratan de mutilar la conciencia social crítica y para ello empiezan por negar el papel de la memoria histórica y de la finalidad misma de la historia. La finalidad de la historia depende de la final marcada por el sujeto histórico que la mueve, y cuando el neocapitalismo japonés trata de invadirnos con su filosofía fatalista, pone en evidencia la finalidad de acabar con nuestro sistema y esclavizar nuestra economía, así en nuestros mercados y en nuestro sistema productivo como en nuestra fuerza de trabajo. Repetid conmigo aquella frase talismán que nos hizo dirigir nuestra historia, la historia: " ¡No pasarán!" [Todos: "¡No pasarán!"].

Honor a los que no supieron o pudieron sobrevivir física o anímicamente a la derrota del desembarco de Normandía. Pero más honor a los que convirtieron aquella derrota en una victoria clamorosa, que todavía hoy necesita del objetivo de la gran finalidad universal.
¡Camaradas! ¡Viva la gloriosa Revolución de Octubre!
[¡Viva!].
¡Viva la Unión de Repúblicas Socialistas Europeas!
[¡Viva!].
¡Viva la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de España!
[¡Viva!].

Discurso pronunciado por el secretario general del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de España, camarada Jordi Pujol i Soley, tras unas palabras de introducción del presidente del Presidium, camarada Jorge Semprún Maura.


Otros cuentos:

El festín de Pierre Ebuka.

Una lectora corrige a su escritor preferido.

Televisión basura.