M.V.M.

Creado el
9/3/98.


Más sobre poesía:

1) M. Rico habla de la poesía de M.V.M.

2) V. García de la Concha habla de Ciudad

3) M. Rico habla de Ciudad de M.V.M.


La poesía de Manuel Vázquez Montalbán

LLUIS IZQUIERDO

EL PAÍS LIBROS, 7 / 11 / 1982.


En 1982
(Tino Gatagán para El País).

Antes de hablar del libro más reciente de Manuel Vázquez Montalbán, vale la pena saludar el hecho de que una colección de títulos poéticos —con variedad y representatividad considerables— pueda reaparecer. Me refiero a la colección Ocnos, que hizo su aparición al filo de 1970 y que —como tantas ágoras poéticas— se había interrumpido. Huelga decir lo necesaria y perfectamente inútil que es la poesía. Condiciones, por cierto, nada paradójicas y que, en su precisa combinación exigente, ofrecen el pulso interior verdadero (también la verdad se inventa) de la temperatura mental de un país.
    Ahora se reanuda con libros de Tomás Segovia y de uno de los poetas barceloneses más significativos, justamente conocido por su constancia periódica en los papeles y en la producción narrativa.
    En 1967, Vázquez Montalbán irrumpía en el panorama poético con uno de los libros más sintomáticos, y empleo este adjetivo como índice claro de su necesidad, de los 15 años últimos. Suponía, de una parte, un desenfadado trasiego con la realidad inmediata, y de otra, frente al virtuosismo algo ensimismado de compañeros más o menos novísimos, un tratamiento emotivo de esa misma realidad que no por ello dejaba de ser crítico. Al contrario, y esa complementariedad supone su virtud expresiva más lograda, Una educación sentimental destilaba la experiencia, tensa entre el sentimineto y la revisión a su respecto. Aún se daba una dependencia acentuada por sus mismos materiales, pero la fluidez y la dura melancolía del autor en los versos hacen de aquel libro un punto de referencia a mi modo de ver insoslayable.
    Recién aparecido, Praga es un libro recapitulador de la década 1973-1982, e implica un proceso de anagnórisis. El reconocimiento del poeta en la aventura diaria —en el poso cotidiano que dejan episodios y actitudes de la persona social refractada en la intimidad— constituye la aportación rigurosa que ahora ofrece: acentuando el aire confidencial, agravando el tono dramático del desacuerdo subjetivo frente al rechazo de la película externa y llevando a un punto de lúcida desolación, sin resignaciones, toda su carga ideal de desesperanzados convencimientos. Pues la persona del poeta y la del militante apenas si se compadecen hacia una de todas maneras improbable armonía.
    Desde un punto en el tiempo y un lugar (1968 y la capital checa como gozne de ruptura), el presente y Barcelona juegan una relación refleja no siempre plausible, por cuanto sirve de pretexto para el monólogo del autor. Acentuada subjetividad y elemento este muy a destacar, aceptación de una ambigüedad que descoloca incesante el centro problemático de la razón. Y aquí, la razón es sólo y felizmente poética. Tanto por este tono como por el de constituirse el discurso en un poema largo, la reflexión de Manuel Vázquez Montalbán supone —aparte de una inflexión decisiva respecto a poemarios anteriores— una propuesta y unas formulaciones que interesan y seducen por la andadura misma del poema, haciéndose en una meditación dilatada.
    El inicio y el final de Praga mantienen tensa una sola preocupación (vida-historia-rosa-tanque-herida), que es la conciencia del cambio como denominador común de toda experiencia humana. La palabra es núcleo y compromiso, pero a renglón seguido es también punto de fuga, foco de evocación y abanico de sugerencias. El poeta escribe borrando manuscritos anteriores y reocupando el banco provisional: desafío constante. Y se redescubre en otros: en Kafka, por ejemplo. Y el suelo se le desliza y le retrotrae a otras ciudades. Siempre estará pisando una misma ciudad (como Kavafis, como todos), pero recapitulará una aventura que le trasciende al recorrer el rosario de desencuentros que la historia ha ido corroborando.
    "Nací en la cola del ejército huido", dice el poeta que ha visto "la obscenidad del tanque enhebrando ventanas" (imagen fija tal vez del niño que contempla tanques en El silencio de Bergman).
    "No hay lenguaje sin metáfora", y en ese trueque incesante, el discurso poético se inserta (ahí cabría profundizar o perderse aún más) conjugando al yo con los otros. El je est un autre sería la precisa definición del nosotros: no tanto tal vez la identidad, o el acuerdo, como la diferencia. De tanto decir todo, todos, y de tanto recurrir al hombre total, puede el poeta darse por perdido y a la búsqueda de mínimas consolaciones. El canto coral es una utopía, pero tal vez pueda reintentarse a partir del yo reconocido en las dificultades. Praga no es un discurso poético armado en capítulos, sino una sola emisión de voz —un enfrentamiento reflexionado— dispuesto en las siete actitudes que pautan el proceso del libro. El tema es la constitución misma del asedio o cómo explicarse. Un asedio en el que la figura del poeta emplaza su solidaria función de lector: encrucijada de ambos papeles. De la conciencia de autor / lector dan imagen también esos siete tramos del poema como refracción del yo en busca indeclinable del nosotros. Una precisa invitación a la aventura, siempre cómplice de la lectura.


Más sobre poesía:

1) M. Rico habla de la poesía de M.V.M.

2) V. García de la Concha habla de Ciudad

3) M. Rico habla de Ciudad de M.V.M.