M.V.M.

Creado el
14/8/2001.



Platón, Hegel, Lacan y Agustín Lara,
prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

El bolero. Historia de un amor

de Iris M. Zavala, Celeste, Madrid, 2000.


    Como aspirante a romanista, yo estaba obligado a saber quién era Iris M. Zavala, la autora de Masones, comuneros y carbonarios; Fin de siglo: modernismo, 98 y bohemia; Alejandro Sawa: Iluminaciones en la sombra; Unamuno y el pensamiento dialógico. Afortunadamente para el romanismo, y más concretamente para el hispanismo, dejé de competir tempranamente con Iris M. Zavala, pero ella se vino a mi terreno escribiendo una novela, El libro de Apolonia, y un ensayo sobre el bolero, El bolero historia de un amor, publicado en 1991 por Alianza, ahora corregido y aumentado en esta edición de Celeste. Considero mi terreno el bolero porque desde mis poemas veinteañeros, Una educación sentimental, al próximo Cancionero General del Franquismo, pasando por Crónica sentimental de España he sostenido que la canción popular entendida no como canción tradicional sino como la canción de consumo mediáticamente propiciada, tiene el inmenso valor que le da a veces la calidad letrista y musical, pero siempre el uso que de ella hace la sentimentalidad popular. Como toda obra literaria o artística, el bolero depende de sus autores y de sus receptores, en ese juego de complicidad creadora que Goethe y los ilustrados ya suponían entre la operación de escribir y la de leer. Es imposible inventariar la conciencia social existente y propiciada por el poder a través de la industria cultural o del simple dirigismo, sin comprender el papel que desde hace unos setenta años desempeñan los medios de inculcación de consumo cultural y la función que en ese consumo desempeña la canción como portadora de pautas de imaginación, de ideología y conducta. El placer que Rimbaud o Eliot transmiten a los lectores de poesía culta es equivalente al que los autores de Amar y vivir o Perfidia propician a los que han comprendido que en todo bolero hay una historia de un amor como no hubo otro igual, que nos hace comprender, nada menos que... todo el Bien, todo el Mal, y además pone luz a nuestras vidas. La tía Helen de Eliot, que forma parte de su memoria referencial y que propone a los lectores como reclamo para todas las tías Helen, se transforma en una heroína o antiheroína de canción que ayuda al oyente a insertar a su tía real en la novelización de su propia memoria sentimental y la altísima reflexión de Pavese sobre Il mestiere di vivere, el oficio de vivir, un bolero la zanja en pocos versos: Se vive solamente una vez/ hay que aprender a querer y a vivir/ no quiero arrepentirme después/ de lo que pudo haber sido y no fue.

    Se había abordado la canción popular contemporánea, bien desde la perspectiva erudita de encontrarle las raíces en el cancionero tradicional o bien desde el sociologismo que indaga la transmisión de ideología de los cancioneros desde los tiempos de la prerrevolución francesa, cuando cumplieron entre las masas papeles equivalentes a los cumplidos por los enciclopedistas entre las elites. Iris M. Zavala tiene el bolero en el corazón y en la memoria, que es donde hay que tenerlo, pero lo aborda con un instrumental analítico de altas cejas para el que convoca incluso a Lacan o a Hegel. El bolero de Lacan diría que necesitamos la ley para ser inmensamente pecadores y me recuerda unos versos de la copla La Guapa. Y al preguntarme los jueces/ por qué en el banquillo estás/ Yo les respondí mil veces/ que por guapa y nada más/ Por guapa, por guapa, por guapa. El bolero de Hegel diría que el deseo del ser humano es el deseo del otro y ahí están los desgraciados y las desgraciadas de bolero buscando al otro por donde quiera que van. No habría bolero, como no habría tango sin la ansiedad del otro, la nostalgia del otro; en cambio, otro espléndido sistema narrativo como es el corrido está hecho para la épica tanto o más que para la lírica.

    Bolero, corrido, tango, copla española (la más entroncada con la tonadilla escénica) son sistemas narrativos perfectos que en dos minutos o algo más te pueden contar Madame Bovary o Guerra y Paz, pero gracias a Iris M. Zavala sabemos que ahí están Lacan, Hegel, Platón para dar altísimo sentido a Antonio Machín, Bola de Nieve o Los Panchos, porque cualquier canción es la resultante de la eterna indagación de los seres humanos sobre necesidad y satisfacción, la dialéctica fundamental del sentimiento y de la supervivencia. Al servicio de este espléndido viaje intelectual, Iris M. Zavala pone todos sus saberes de descodificadora literaria, historiadora y cómplice de boleros y amores posibles e imposibles, sabedora que, desde Platón, el amor es el lugar privilegiado de la pasión por los signos, es decir, por las señales, y Zavala cree, como yo, que a la canción popular han llegado las grandes ideas y los grandes mitos de nuestra cultura humana, patrimonial, acumulada. Y además de este libro aprovecha todo, porque al final el lector puede echarse al cante y tratar de oírse en la interpretación de la Antología de Boleros y yo mismo no me he podido resistir a repasar todos mis fracasos amorosos con la ayuda de Una aventura más de Los Panchos, la canción que yo tarareaba cuando tuve mi primer fracaso amoroso. Un poco después de la guerra de Corea.