M.V.M.

Creado el
22/8/2001.



Disparos de ironía contra el becerro de oro,
prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

Contigo, ¡pan y caviar!

de Assumpta Roura, editado por Ediciones B, Barcelona, 1990


    Assumpta Roura tiene toda la razón: El dinero es sagrado. Que no se pueda jugar con él como asegura la autora, eso ya es otra cuestión, porque ella misma demuestra con lucidez e ironía que al menos se puede jugar con las personas por la simple operación de poner ante sus fauces un ramillete de billetes.

    Difícil de catalogar Contigo... ¡pan y caviar!, libro que encontraría inmediatamente familia en otras culturas literarias, pero que en España goza de raros precedentes. Una reflexión desenfadada sobre la conducta individual y social, en clave de humor, utilizando una información rigurosamente puesta al día, pero sin otro propósito que insinuar categorías a partir de la riqueza de las anécdotas. Assumpta Roura ha practicado un tipo de periodismo "social" que le ha permitido adecuar una retina flexible, y al hablar de periodismo social no me refiero al que refleja la lucha de clases, sino al dedicado a una sociología de urgencia, a dar testimonio de las fluctuaciones de los talantes de los súbditos del sistema. Analizando la conducta de Adán o la de Eva, tomados aquí como arquetipos del rol masculino y del rol femenino, Assumpta Roura llega a la conclusión de que el dinero se ha convertido en el único valor absoluto universal y además sin ninguna clase de malas conciencias, ni falsas conciencias. La buena educación burguesa y la prudencia adquirida por esta clase social durante su largo viaje de siglos hacia el poder, pregonó algunas normas pudorosas sobre el uso del dinero que hoy carecen de todo sentido. Mientras crecía, a la burguesía le interesaba no hacer ostentación del dinero, para no poner recelosos a los aristócratas y una vez en el poder, la burguesía se autorecetó no exhibir los caudales para no excitar las iras del nuevo antagonista histórico, el en otro tiempo llamado "proletariado". El cuadro ha cambiado sensiblemente. El valor moral fundamental de nuestra cultura, me refiero a la cultura capitalista que es la más universal, se resume en la división entre ganadores y perdedores, así en las relaciones sociales como en las personales, y el instrumento básico que determina pertenecer a una u otra categoría es el poder económico. Quien paga manda y establecido este precepto la función de los débiles es tratar de burlarlo, pero con cuidado, porque no está el horno para bollos y la cultura capitalista pasa por una espléndida etapa de absoluta impunidad, así en la Tierra como en los Cielos.
Tras las argumentaciones de Assumpta Roura hay una toma de partido evidente. Aunque lo contemple con sorna, el débil es su debilidad y entre todos los débiles, las mujeres aparecen en estas páginas dotadas de la más exquisita ambigüedad, como la rosa de Alejandría: "colorada de noche / blanca de día". En la relación hombre-mujer la comunicación es difícil y casi siempre imposibilitada por un juego de canibalismo en el que el más fuerte se come al más débil. ¿El más fuerte psicológicamente hablando? ¿Culturalmente? Es posible, pero si se rasca un poco en la apariencia de toda relación sexual o sentimental o sentimental-sexual, la dependencia económica aparece como un factor más determinante que cualquier otro y la división del trabajo en nuestra sociedad propicia el protagonismo masculino.

    Ahora bien, si el lector piensa que va a asistir a un memorial de agravios feministas se equivoca en cuanto a la sospecha de la forma, no en cuanto a la evidencia del fondo. Aquí radica quizá la novedad de este libro en el que burla burlando y con el ácido controlando, pero no del todo, Assumpta Roura pasa revista a eso que llaman modernidad, en todas sus formas y llega a la conclusión que no es otra cosa que la definitiva entronización del papel del dinero en la Historia y en la Vida. Para este viaje no se necesitaban las alforjas de tantas luchas, de tantas construcciones mentales apostando por una jerarquía de valores espirituales. O quizá mientras queden pistolas de nácar cargadas de ironía como las que maneja Assumpta Roura, valdrá la pena insistir en este tipo de lucha armada contra los becerros de oro.