M.V.M.

Creado el
11/5/2000.


Más sobre El hombre de mi vida:

1) Reseña de Santos Sanz Villanueva

2) Reseña de F.Romeo

3) Reseña de Rosa Mora

4) Reseña de Vespito.net


Carvalho contra los globalizadores

Quim Aranda

Inédito en esta versión, 21 / 4 / 2000, (nota 1).


    Las ausencias prolongadas del lugar de origen a menudo son un espejismo. El regreso es el choque con la realidad aplazada que el viaje había congelado. Tres años después de su traslado vivificador e intenso a Buenos Aires (Quinteto de Buenos Aires), Pepe Carvalho pasea de nuevo por Barcelona. Una ciudad abierta en canal y de diseño -demasiado teatro para tan poco espectáculo-, que vive entre el verano y el final de 1999, primer anuncio de un nuevo Milenio con posibilidades de una segunda parte el fin de año del 2000. Éste es el periodo de la nueva investigación del detective que Manuel Vázquez Montalbán (MVM) ha titulado El hombre de mi vida.

    Era, el de Carvalho, un choque, un regreso quizá depresivo a una realidad compleja después de tantos tangos -"paso, contra paso"- y quizá por esta razón la novela es un tango -Volver- también: un salto hacia atrás en el espacio -Buenos Aires-Barcelona- que lo es hacia adelante en el tiempo: Barcelona-ciudad global.

    Reencuentro de Carvalho con un universo propio en época pre y pos electoral -17 de octubre de 1999 (nota 2)- que se mantiene a flote entre las sacudidas de facciones opuestas, con una colla de inocentes o ingenuos, o ambas cosas, entremedio. Y también de malvados. Unos, los nacionalistas catalanes, que toman medidas entre ridículas y ridículas ante los nuevos tiempos, todavía más desordenados y globales que se anuncian. Sin duda, peor que los inmediatamente anteriores, pero de los que esperan sacar provecho. Los otros, que quieren fijan todavía más los tiempos de vacas gordas en que siempre han vivido.

    Tiempos globales definidos por el alma de globalizadores, tiempos en los que no encajan ni los outsiders ni los nacionalistas, donde éstos son manipulados con tierras prometidas y nuevas religiones: Globalizadores antes de un pelaje, ahora de otro, siempre de la misma calaña, porque "las centrales de policía ni se crean ni se destruyen, simplemente repintan sus fachadas". Y quien dice "centrales de policía" dice conversos al economicismo triunfante.

    La visión carvalhiana de la vida y de la historia es cínica, irónica y trágica. Ironía sobre el nacionalismo catalán -un personaje, Xibert, y su disertación (páginas, 110-118), la podría haber suscrito un Miquel Sellarés (nota 3) de turno-; sobre los radicales independentistas, a sueldo y con contratos temporales, si bien Carvalho tiene cierta debilidad por las víctimas y siempre está al lado de sí mismo y de los previsibles perdedores. No se muestra el detective partidario de la independencia de Cataluña, pero reniega de cualquier dependencia, por ejemplo. También de las religiones o pseudoreligiones, en las que todos quieren ver la panacea, y Carvalho sólo ve los muchos fracasos de la razón.

    Reencuentro de Carvalho con tanto desorden, y también con un pasado congelado, el que había dejado tras sus dos últimas investigaciones -El premio y la ya citada Quinteto de Buenos Aires- fuera de Barcelona, en Madrid y la capital argentina, respectivamente. Charo -"como si hubiera reposado siete años del cansancio de toda una puta vida, en su caso nunca mejor dicho"- vuelve de Andorra y le dice que él es el hombre de su vida. Vuelve también, desde la época de Los mares del sur (1979) un antiguo lío de faldas, "que pudo haber sido y no fue", en busca de una segunda oportunidad. Tú, José, eres "El hombre de mi vida", le suelta, para intranquilidad y angustia de Carvalho. Pero "las estirpes condenadas a cien años de soledad...", o a veinte, o a tres, o a los que sean no tienen nuevas oportunidades y simplemente por ello ya se justificaría el sacrificio ritual del libro en la hoguera de Vallvidrera.

    Un tango, hace falta un tango, no un libro.

    Ni tan sólo uno de García Márquez. Volver, Gardel, "[...] Y aunque no quise el regreso,/ siempre se vuelve al primer amor [...]/ Tengo miedo del pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida [...]/ Pero el viajero que huye/ tarde o temprano detiene su andar..."

    Estas son las coordenadas emocionales en que se mueve Carvalho y este pasado que siempre vuelve -Yes, Los mares del sur- lo someterá al análisis de episodios anteriores -El premio y Quinteto... - y le dará consciencia de su escaso futuro, ya "loin, tres loin Brest, dont il ne reste rien". Historia de amor abortada e imposible, porque la globalización de los globalizadores no deja lugar para la esperanza, tampoco para los sentimientos.

    Y, paralelamente, a Carvalho lo mueven en otras coordenadas igualmente resbaladizas.

    Mientras el detective intenta descubrir quién ha matado a un joven de buena i catalana familia, Charo lo convence para que haga un cursillo en técnicas de espionaje que organiza un ex cliente fijo de la muchacha, Joaquím Rigalt i Mataplana, Quimet, hombre de confianza del presidente Pujol. Quimet -obsesionado en la estructuración de un grupo paralelo de información al servicio de Cataluña, ya sea para defenderse de los poderes económicos que sobrepasarán a los Estados-nación y que aplastarán a las naciones sin estado, o para controlar a los asalariados con el objeto de poderlos despedir de sus trabajos sin derecho a indemnización alguna- ve en Carvalho -exagente de la CIA, no de CiU (nota 4)- una pantalla y un posible cabeza de turco por si el invento sale mal: "En su condición de outsider, de profesional no estrictamente catalán ni nacionalista, si le implicábamos en la construcción de la red, de salir mal usted iba a pagar las consecuencias."

    Así están los asuntos, y el amante del joven muerto -un satanista inofensivo pero visionario- es involucrado por su padre en el asesinato, porque eso le sirve para quitar de en medio del camino de la globalización necesaria a un empresario rival. Porque hay mucho poder y mucho dinero en juego cuando se hunda "el nacionalismo necesario pero vergonzante a la manera del pujolismo o del PNV (nota 5) en el País Vasco para que posnacionalismo signifique neonacionalismo", como dice un gurú de características neonacionalistas demasiado obvias.

    El final de El hombre de mi vida es el prefacio de la próxima aventura de Carvalho, Milenio, vuelta al mundo a la manera de Phileas Fogg, con Biscúter-Picaporte incluido, y el policía Lifante, la Interpol o cualquier agencia de la Teología de la Seguridad detrás de sus pasos.

    Final pesimista, donde todos los personajes hacen lo que otros han escrito antes, final de venganzas consumadas pero imposibles, o viceversa.

    Última ironía amarga del autor. Trampa simbólica, esperanza desesperanzada el que la huida del joven rebelde y satánico comience allí donde acabó su vida Walter Benjamin, marxista marginal, outsider de la Escuela de Frankfurt, protagonista de un momento muy triste de la historia personal y colectiva de Europa. "En mis tiempos eran maoístas ricos y volvieron a la casa del padre. Ahora son satánicos pero volverán a la casa del padre", dice Carvalho a modo de bendición de una escapada condenada al fracaso.

    Carvalho -héroe necesario y solitario- lucha en una de sus mejores y más bellas historias. Una historia sin futuro, ¿anuncio de una vuelta al mundo también sin futuro?, ¿prefacio, quizás, de un suicidio lógico y desesperanzado, a la manera de Benjamin? El suicido, "la única pasión heroica individual que sólo nos puede hacer daño a nosotros mismos. Todas las demás pasiones heroiocas son peligrosas y las que se sienten en grupo, ésas son las peores."

    Vuelve Montalbán a poner a prueba a sus lectores y fans, como ya hizo en El premio, por ejemplo; Montalbán exige complicidad a los conocedores de Carvalho, y deberían ser éstos los que difundiesen a los tres o los cuatro vientos las virtudes del detective, ya no sólo como personaje literario sino como persona, con sus angustias y sus miedos, con sus contradicciones y sus debilidades. ¿"Pequeño burgués"? No. El término, utilizado por Santos Sanz Villanueva en un artículo publicado en El Mundo el 19 de abril de 2000, es demasiado simplista, y entra en contradicción directa con la tesis expuesta en el texto, porque le atribuye al personaje cualidades humanas, pero lo reduce, al mismo tiempo, a arquetipo social.

    Son los seguidores de Manuel Vázquez Montalbán los que deberían sacar más partido de la lectura de la novela, apreciando en suma todos los rasgos que hasta el momento -y, con los aportados en la nueva entrega- definen y configuran la personalidad del detective. Quizá aquellos lectores que se enfrenten con Carvalho por primera vez consideren que El hombre de mi vida no tiene un interés relevante. Se equivocan, aunque para darse cuenta de ello deberían hacer el esfuerzo de entrar más en el mundo carvalhiano.

    Hasta la fecha, ya era evidente que Montalbán había creado uno de los grandes personajes de la literatura española de los últimos 50 años. Pero El hombre de mi vida, la historia, lo que pasa y, sobre todo, lo que le pasa a Carvalho, demuestra y confirma el intento de coherencia narrativa del autor a lo largo de toda la serie, el esfuerzo por hacer una narrativa de personaje, voluntad totalmente exitosa. Porque Carvalho, para bien o para mal, ya no puede leerse aisladamente. En las primeras aventuras, sí. Ahora ya no. Carvalho tiene vida propia, y las novelas de MVM constituyen la biografía completa de una persona; también la crónica biográfica de un tiempo, escrita al mismo tiempo que se sucedían los acontecimientos. Sin saberlo, quizá ni al principio el propio autor, estábamos ante uno de los primeros intentos modernos de literatura interactiva, en permanente diálogo con su tiempo, con un escrupuloso respeto del autor hacia su personaje, violentado en muy pocas ocasiones. Tanta vida tiene Carvalho que no es extraño que el detective le haya advertido más de una vez y más de dos a Montalbán las injerencias y las intromisiones en su vida.

Notas

(nota 1) Este artículo es totalmente inédito, aunque una buena parte del mismo se publicó originalmente en el diario en catalán AVUI, el 10 de abril de 2000. El mismo autor lo ha traducido y ha añadido unos párrafos finales que, por razones de extensión, no pudieron ser publicados en la edición en papel. (Volver al texto)

(nota 2) Fecha de las últimas elecciones autonómicas en Cataluña, en las que por primera vez en veinte años, el gobierno nacionalista conservador de la coalición Convergència i Unió veía amenazada su hegemonía al enfrentarse a un Partit dels Socialistes de Catalunya liderado por Pasqual Maragall, exalcalde de Barcelona, entre 1982 y 1997, por lo tanto, el alcalde olímpico. (Volver al texto)

(nota 3) Miembro fundador de Convergència Democrática de Catalunya, durante los primeros años 80 era un personaje influyente en el entorno del presidente Pujol. Radicalizado a medida que Pujol moderaba su catalanismo o caía, simplemente, en el pragmatismo, Sellarés ha sido un perejil en todas las salsas turbias y menos turbias de la Catalunya autónoma, si bien actualmente tiene un peso específico irrelevante. Controla y dirige un centro de estudios políticos con voluntad de Thin Tank, pero en la práctica no deja de ser un chiringuito personal. Como la mayoría de los prohombres del nacionalismo catalán, está a la espera del hecho sucesorio para ver qué partida saca del postpujolismo. (Volver al texto)

(nota 4) Convergència i Unió, coalición en el gobierno autónomo de Catalunya desde 1980, liderada por Jordi Pujol, y formada por Convergència Democrática de Catalunya y Unió Democrática de Catalunya. (Volver al texto)

(nota 5) PNV, Partido Nacionalista Vasco, en el poder en Euskadi, actualmente. (Volver al texto)


Más sobre El hombre de mi vida:

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3) Reseña de Rosa Mora

4) Reseña de Vespito.net