M.V.M.

Creado el
7/1/2004.


Más cosas:

1)Artículo de Vázquez Montalbán sobre el libro.
2)Avance editorial del segundo volumen.
3)Primera reseña del libro, por Quim Aranda.


Avance editorial (I) de
MILENIO CARVALHO: RUMBO A KABUL

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

Avance editorial aparecido en El País, Domingo, 3 / 8 / 2002


Como muestra de las diversas urdimbres de Milenio, he escogido uno de los fragmentos del paso de los protagonistas por Estambul, comprometidos con la salud moral de un extraño biólogo ruso y judío, un joven sordo que sólo quiere oír las canciones de Jim Morrison.

Digería Carvalho la respuesta cuando Biscuter señaló con un ademán algo que estaba ocurriendo a sus espaldas. Se dio la vuelta y en la puerta del zaguán estaba Malena, sola, desobedeciendo la consigna de que las mujeres deben siempre ir acompañadas o mejor no ir a aquel antro, pero no parecía la misma rubia frágil interesada en explicar el fatalismo autodestructivo de los pobladores de la Massada. Llevaba ropa deportiva y avanzaba con inesperada decisión hacia ellos, con el rostro hierático y los ojos graves. Apenas si aceptó la sonriente invitación de Biscuter para que se explicara y a cambio le explicarían su versión de lo sucedido.

-No hay mucho tiempo que perder. Samuel Sumbulovich corre un grave riesgo.

La mujer atravesó con decisión, incluso mediante empujones, la perezosa tropa de buscones y salieron a la calle para ganar cuanto antes la garita policial. Como adosada a ella les esperaba una furgoneta.

-¿Adónde vamos?

-Samuel nos necesita.

Biscuter se manifestó asombrado de lo rápidamente que Sumbulovich había salido del edificio para ponerse en peligro. En Estambul debía estar siempre muy cerca la amenaza. Mediante gestos le expresó a Carvalho su sorpresa por tener que ir en furgoneta a un lugar que debía estar al lado del almacén. Estudiaba el itinerario y le dio la impresión de que daba vueltas en tormo a un centro radial del que no se alejaban.

-Roda el món i torna al Born. Cuánto tiempo hace que no hablamos catalán.

Con Biscuter nunca había hablado en catalán, pero ya estaba sobre aviso y también él comprobó que apenas se habían alejado unos metros del lugar de partida. Conducía un hombrón de aspecto militarizado como la propia Malena sentada junto a él y muy dedicada a observar a sus dos acompañantes por el espejo retrovisor.

-Convendrá que sepan cómo ha ido todo. Samuel no hizo caso del plan que habíamos acordado aquella noche en Jerusalem. Les dejó a ustedes nada más entrar en Turquía, voló hasta Estambul y entró en contacto con Irina, a la que supongo que ustedes ya habrán identificado. En un mensaje enviado ayer les recomendaba que dejaran correr el asunto. Gracias por todo lo que han hecho y se acabó. Pero por lo visto no me expresé bien y ahora se han asomado tanto a la realidad que no hay más remedio que enseñársela del todo. Pues bien, Irina se enterneció mucho cuando vio a Samuel, sin embargo se negó a irse con él. Aquí es una puta, pero vive mejor que todas las concertistas de su generación que empezaron su educación en la infancia convencidas de que el Estado proveería y eso se acabó. El mercado de las violinistas en la nueva Rusia o en cualquiera de las demás repúblicas ex soviéticas está saturado. Samuel no aceptó la decisión. Supone a Irina prisionera de la mafia y no de sus deseos de vivir bien. Hace apenas una hora les implicó a ustedes en un plan de secuestro de Irina para llevarla a Grecia.

-Alto ahí. No ha hablado de secuestro. Él ha dado por seguro que Irina se prestaría a esa huida en cuanto saliera del burdel.

-Les ha engañado. Ahora vamos a poner todas las cartas sobre la mesa y nadie podrá equivocarse si no es por gusto.

Desde un portal les hicieron una señal luminosa y el conductor detuvo finalmente su merodeo. Estaba a oscuras y solitaria la calzada, con policías, creyó ver a Carvalho en las dos bocacalles que delimitaban el espacio en el que se movían. Malena les precedió y el chófer completó el cuarteto que avanzaba en fila india por un patio de lo que había sido taller de algo, en el que se conservaban los esqueletos férricos agredidos por los abandonos. Por una escalera accedieron a un inmensa nave que achicaba las cinco o seis presencias de los allí reunidos, dos evidentes matones empeñados en pregonar su oficio a través de todo su sistema de señales, Samuel, Irina vestida y dos dolicocéfalos bárbaros y con lentes redondos de escasa montura que parecían diseñados por los servicios de prospección del Mossad. Samuel respiró aliviado cuando les vio aparecer.

-Malena. ¡Menos mal! Me han tendido una trampa y quieren convertirme en un perdedor. Ayúdame. Tú puedes ayudarme.

Malena invitó a Carvalho y Biscuter a que abandonaran la habitación.

-Déjenme un rato a solas con Samuel. Hay que aclarar algunas dudas.

Les abrió camino el fornido chofer y en una estancia adlátere encontraron a Irina con abrigo de piel y su violín bajo un brazo. El abrigo y el violín parecían sus únicos elementos de vestuario, se le había corrido el rímel, tal vez por haber llorado, y hablaba para sí misma, como si estuviera contándose la historia que estaba viviendo. Calló para estudiar a sus dos nuevos acompañantes.

-¿Qué piensa hacer?

Aquel hombre que le hablaba en inglés le estaba proponiendo una respuesta, en realidad no era una pregunta.

-¿Con respecto a qué?

-A Samuel, naturalmente.

-Pienso hacer lo que puedo hacer y sólo puedo quedarme aquí. No he pasado por todo esto para escaparme por la ventana en mi mejor momento. Samuel es un adolescente. Yo he dejado de serlo hace tiempo.

-Estaríamos dispuestos a ayudarles.

-¿A qué?

-A escapar.

-¿De quién?

-De la mafia que les dirige.

Irina estaba irritada, se acercó a Carvalho y le escupió más que le habló.

-De quien trato de escapar es de Samuel y todo lo que representa. Detesto lo que representa.

-¿No le gustan a usted los biólogos?

-No me gustan los perdedores.

Malena entró en la habitación diríase que demudada y se encaró con Carlvalho y Biscuter.

-Ustedes lo han complicado todo.

-Usted nos metió en esto. Yo no tenía vocación de salvador de drogadictos de Jim Morrison.

Finalmente les dije que se apartaran y no me hicieron caso.

Dedicó un aparte la argentina a la muchacha del violín, que emitió un sollozo interrumpido porque se había llevado preventivamente la mano hasta la boca y llegó a tiempo de asfixiar su angustia. Coincidió el gesto con el ruido de un disparo en la habitación donde estaba Samuel y nada ni nadie evitó que Carvalho corriera hasta allí para contemplar el cuerpo del biólogo tendido en el suelo y una mancha de sangre que se agrandaba bajo sus espaldas. Llevaba puestos los cascos de psicópata melódico. Carvalho se inclinó sobre el cuerpo y creyó percibir una sombra de musiquilla que salía por uno de los audífonos mal ajustad a la oreja. Los cogió y comprobó que todavía sonaban canciones, al menos una canción que era la única grabada porque en cuanto terminó volvió a empezar. El cadáver de Samuel estaba caliente y sus oídos habían escuchado una canción de Jim Morrison una y otra vez. Como si todo su horizonte sentimental se hubiera reducido a aquellas estrofas.

"Ella vive en la calle del amor. / Hace tiempo que está en la calle del amor. Tiene casa y jardín, / me gustaría ver qué pasa. / Tiene ropa y tiene monos. / Perezosos lacayos forrados de diamantes. / Es lista y sabe qué hacer. / Me tiene y te tiene. / Veo que vives en la calle del amor. / En ella está esa tienda donde se reúnen las criaturas. / Me pregunto qué hacen allí / un verano, un domingo y un año. / Supongo que me gusta algo tan agradable".

Cuando se desentendió del mensaje dejó sobre el cadáver todo el equipo de sonido que había formado parte del equilibrio psicosomático del difunto Samuel Sumbulovich.

-Ha sido un accidente. Nadie quería dispararle, sino devolverlo a Israel para que Irina tuviera la fiesta en paz.

Ha sonado a sus espaldas la voz en off de Malena y cuando se vuelve la redescubre segura de sí misma, no entristecida, como si la muerte de Samuel formara parte de la agenda, de su agenda. Respaldando a su mujer dos matones con aspecto de dedicarse a la lucha turca y Biscuter en un ángulo de la habitación como tratando de desentenderse de lo que ha ocurrido o de lo que puede ocurrir. Malena se acerca a Carvalho, le pone una mano sobre el hombro.

-Lo siento.

Y al tiempo de oír estas palabras, alguien a sus espaldas le ha dado un pinchazo hondo y desde esa hondura le sube el escozor y una sensación de pérdida de conocimiento. Como un vuelco del mundo. Su cuerpo en tierra.


Más cosas:

1)Artículo de Vázquez Montalbán sobre el libro.
2)Avance editorial del segundo volumen.
3)Primera reseña del libro, por Quim Aranda.