M.V.M.

Creado el
21/2/2004.



Prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

Cataluña. Crónica de una frustración

de Alberto Figueruelo, editado por Guadiana de publicaciones, Madrid, 1970


El problema catalán ha hecho correr ríos de tinta y de sangre. Toda la tinta que ha caído sobre él me impone un cierto respeto, pero la sangre me impone una total angustia. Las palabras han intentado traducir hasta ahora impotentemente todas las razones y las pasiones de la cuestión catalana. Los disparos, los gritos, los silencios, la muerte, la huida han sido mucho más elocuentes.
    Por todo ello atiendo la petición de prólogo de mi ya antiguo amigo Antonio Figueruelo con mucho miedo y mucha vergüenza y antes de entrar en otras precisiones, quisiera dejar bien fijada la de que su estudio me parece tan interesante como polémico y que en este prólogo inicio yo mismo una discusión que le prometo larga, dura y es posible, amarga.
    Ante todo, el género que aborda Figueruelo es el del "reportaje cultural", que propiamente ni es ensayo trivial ni ciencia erudita, sino una mixtura del uno y la otra, a lo que por aquí no estamos muy acostumbrados. No le extrañe, pues, que desde el campo de los ensayistas líricos o dramáticos y desde el de los sesudos científicos sociales le lluevan palos que no serán de ciego. En mi opinión la necesidad sintética del "reportaje cultural" puede crear a este libro un serio problema de comunicación con los historiadores del hecho catalán, cuerpo importante, uno de los más solventes, en la galaxia de nuestros científicos sociales. Figueruelo trata de "divulgar" no sólo una cuestión, sino el nivel digno de una cuestión mediante el concurso de materiales que no suelen entrar en las más comunes obras de divulgación. Forzosamente el género le impone alternancias de generalizaciones, datos y opiniones, todo ello con el soporte lingüístico de un informador. Me temo que estas alternancias provoquen más de una alergia, ya independiente de las alergias que susciten determinadas interpretaciones de Figueruelo, por ejemplo, la de ligar una solución catalana a una solución española "...una libertad indivisible que afecte a todos los pueblos españoles. Sólo a partir de esta premisa es posible iniciar conjuntamente el esfuerzo que conceda a todos la libertad en la diversidad".
    Figueruelo acomete la difícil empresa de resumir una "historia total" de la cuestión catalana: política, social, económica, cultural, a partir de una bibliografía que puede soportar la sublimación de su síntesis, aunque para una profunda tarea científica resultaría, evidentemente, insuficiente. Aun hay inmensos periodos en la vida de este pueblo que duermen una amplia y honda noche científica, cruzada por los cometas del tópico y la sabiduría establecida. No ya el largo periodo que va desde la Unificación Española hasta la Renaixença, sino incluso en pleno siglo XX por no aclaradas no lo están ni las políticas, ni las figuras, ni los programas de las principales fuerzas históricas de Cataluña. En cuanto al periodo de la postguerra, Figueruelo puede bucear en él con cierto braceo desenvuelto en los mares de la sociología y la economía, pero la elipsis política cae sobre él como una red irremediable. Figueruelo sostiene la tesis de que la cuestión nacional es reflejo de unas condiciones económicas y sociales y del juego de clases en un marco determinado. Las oligarquías catalanas, al igual que las centralistas, han recurrido al compromiso o al enfrentamiento siempre en razón de sus intereses.
    De ahí se deduce que cualquier ajuste racional posible del problema catalán debe pasar por un cambio social precisa y objetivamente activado por la clase obrera, mayoritariamente inmigrante. Veremos qué dicen a todo esto los importantes cuadros de la pequeña burguesía catalana, sin duda uno de los sectores sociales más potentes y claramente diferenciados, no sólo de España, sino de Europa. El papel histórico de la pequeña burguesía catalana ha sido de ineludible alianza con el proletariado, en parte por el carácter tradicionalista, conservador de la oligarquía. Después de la guerra civil, la "industrialización" de la oligarquía la ha dinamizado algo y ha tratado de llegar a terrenos de coincidencia con la pequeña burguesía mediante la sublimación de valores que cuadren con la supuesta mentalidad de las capas medias (desarrollismo, tecnocratismo, eficacia técnico-administrativa, europeismo etc. )
    Sin embargo, como las adolescentes conscientes de su atractivo, la pequeña burguesía catalana se resiste a llegar a los últimos pétalos de la flor de la incertidumbre. El propio desarrollo industrial está, si no proletarizando, sí asalariando a gran parte de sus subsectores y este condicionarte le lleva fatalmente a una identidad de objetivos con el proletariado y a una urgente reconversión de la ideología nacionalista. Creo que cualquier alianza efectiva en el presente o en el futuro entre la pequeña burguesía y la clase obrera catalanas (inmigrantes o no)(nota: Hay que contar con todavía cuantitativamente importantes sectores de prolétariado obrero catalán autóctono y con una inmensa mayoría de campesinado catalán, cuyos intereses objetivos pasan por una fusión de las problemática nacional y social) pasa por una asunción del problema catalán totalmente estratégica, de cara a que algún día se den unas condiciones de racionalización del poder que permitan integrar normalmente la cuestión del nacionalismo catalán dentro de su lógica histórica. La situación actual es evidentemente inter-clasista. El sector oligárquico busca la tranquilidad identificada con el sistema. Cierta burguesía nacional busca sus propios cauces de expresión, sin prisas pero sin pausas, en espera de tiempos mejores para la expresión política y sin descuidar una política de acercamiento a las capas media y a la pequeña burguesía.
    Y en cuanto a ésta, se ve impelida, en parte por la falta de cauces políticos normales, a una alianza objetiva con la clase obrera. No está ni mucho menos claro cuál va a ser la resolución final (inmediata, es más presumible a largo plazo) de estos juegos estratégicos y en primer término depende de factores tan poco clarificados hoy como la evolución del establishment en España y la real fortaleza y operatividad de los sectores sociales más dinámicos (pequeña burguesía y proletariado) en la hora de la verdad.
    Lo que me parece fuera de toda discusión en este trabajo de Figueruelo es la indudable eficacia que puede tener su agitación del tema y los niveles de comunicabilidad que le da para el inmigrante catalán y para el resto de España, que desde las fronteras mesetarias asiste entre alarmado e ignorante al espectacular renacimiento de Cataluña como ámbito económico, social y cultural. También está fuera de discusión el necesario papel, al menos de co-protagonista, que reivindica para los inmigrantes, en estos momentos incrustrados en casi todas las facies y estamentos de la vida catalana. Don Valentín Almirall había dicho que

"Hasta las más insignificantes criadas, que se expatrian por pura miseria, son un instrumento del castellanismo"
    Esto lo escribía Almirall a fines del s. XIX, cuarenta años antes de que un cierto catalanismo de izquierdas arrastrara a importantes núcleos de "charnegos" (hijos de las primeras oleadas inmigratorias: 1880-1910). Hasta los años cuarenta los límites urbanos de Barcelona permitían una relativamente rápida asimilación del inmigrante integrado en marcos ambientales como "el barrio", fundamentalmente asimiladores. Problemas de vivienda, de inmigración acelerada y de indudable mala intención política, han creado ghettos de inmigrantes en torno a la ciudad con menos posibilidades de integración que las oleadas históricas anteriores. En cambio en los pueblos, donde no existen apenas las fronteras urbanísticas, el muro lo establece un cierto elitismo por parte de los aborígenes catalanes. La falta de mass media unificadores (televisión y radio) en lengua catalana es un elemento fundamental y aceleradamente grave del retraso o la imposibilidad de esta integración y de rechazo plantea el problema de la supervivencia de una cultura que tiene social y políticamente los pies de barro.
    Sin embargo, insisto, en el análisis de las fuerzas sociales de Cataluña tal vez Figueruelo al moverse con tantos condicionamientos y estrechuras en la historificación de estos últimos treinta años, no haya estimado suficientemente el papel a cumplir por la pujante pequeña burguesía y no haya reparado en que el sentimiento nacionalista no ha desaparecido en ella, así como tampoco unas características de sector social progresivo, sobre todo en el contexto del establishment español.
    Cumpla, pues, el libro de Figueruelo el papel de indignar, pero también de informar. Que sus posibles errores no impidan el hallazgo de sus innegables virtudes y que, en definitiva, cunda el ejemplo de esta especie de periodismo armado de instrumental científico que trata de servir de puente de urgencia entre la realidad y la conciencia social. Y además este trabajo debería considerarse precisamente como una prueba de la sugestión que emana de la cuestión catalana. Llegado a Cataluña al fin de su adolescencia, Figueruelo ha reflejado en este libro su propio forcejeo personal con el asunto. El resultado es evidente: la gravedad del tema ha producido un libro grave y, lo que es más curioso, en muchos párrafos, la evidencia de un compromiso de Figueruelo, no ya racional, sino incluso sentimental, con este pequeño mundo que descubrió un día de mayo de 1952.