M.V.M.

Creado el
8/1/2001.


El exterminio de Trotski

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

El País Semanal, ?


Antes se amenazaba con borrar del mapa, truculenta advertencia que pudo muy bien haber inventado Jehová o su representante en la tierra Gengis Kan, aunque llevaran la expresión a sus últimos extremos los bombardeadores de Gernika, Hiroshima o Dresde. Más civilizadamente, la democracia posmoderna, con perdón, utilizó el no salir en la fotografía como aviso de exterminio de la identidad política sin ir a más. Flaca la memoria ha olvidado aquellos tiempos del nacimiento de la propaganda política contemporánea en los que los totalitarismos de entreguerras inventaron mutilar las fotografías como un procedimiento casi cruento de mutilar la memoria. Aunque estas prácticas se generalizaran, han pasado a la Historia Universal de la Infamia de la mano de Stalin, quien, no contento con exterminar entre 1924 y 1937 a un 80% de los miembros del Politburó elegidos en vida de Lenin, trató de borrarlos de las fotografías para que no quedara ni siquiera memoria hemerográfica de su paso por la historia.
    Fue muy famosa la extirpación de Trotski de una instantanea en la que figuraba al pie de la mesa presidencial de un desfile del Ejército Rojo. Una vez caído en desgracia, Stalin no lo quiso ver ni en pintura, es decir, ni en fotografía, no ya como prueba de una manía personal de curioso origen, sino como frío cálculo histórico. Si mataba a Trotski y además no salía en las fotos, ¿qué memoria posible quedaría de su máximo rival politico? Pero por lo visto y sobre todo por lo no visto, el estalinismo aplicó la volatilización de la imagen enemiga en cuantas ocasiones pudo, dispuesto a que los caídos en desgracia desaparecieran para siempre de la diestra de Dios Padre. Especialmente enconada la extirpación cuando habían cometido la osadía de posar junto a Stalin, lo que finalmente se había convertido en posar contra Stalin. ¿Cómo puede equivocarse el Bien hasta el punto de permitir que el Mal pose a su lado? O, si lo prefieren, ¿cuanta maldad contiene el Mal si está dispuesto incluso a contaminar el Bien compartiendo fotografía? Stalin no podía confesar los errores de haber sido alguna vez compañero de viaje y de fotografía de Trotski, Tomski o Kamenev.
    Si la liquidación física y fotográfica de Tomski o Kamenev fue un simple expediente de masacre técnica, el empecinamiento contra Trotski tenía raíces malsanas. Al parecer todo empezó en Viena, antes de la revolución, donde Stalin había acudido para investigar sobre el problema de la relación entre nacionalismo y socialismo. El hijo de sierva apenas hablaba el alemán, y en cambio dos señoritos revolucionarios allí asilados, Bujarin y Trotski, lo hablaban perfectamente. Así como Bujarin ayudó a Stalin en sus indagaciones vienesas, Trotski le miró de reojo cuando los presentaron, no le hizo el menor caso y además se limitó a comentar de él que tenía los ojos glaucos. Una frivolidad valorativa que le costaría muy cara, aunque tampoco Bujarin saliera muy bien librado a pesar de sus amabilidades. Pero su liquidación fue otra cosa, no tuvo el carácter de persecución a uña de caballo que adquirió el asesinato de Trotski, ni sus imágenes de cartulina fueron tan sañudamente amañadas como para volver a ser asesinado cada vez que desaparecía de las fotos.
    Hay muchas formas de rematar históricamente. En la España de Franco victorioso, los funcionarios de la República desaparecieron de los censos funcionales, como si nunca hubieran existido. Y así Machado murió dos veces, una en Collioure y la otra cuando borraron su nombre del libro donde todo estaba escrito.